Como parte de sus "grandes logros" (Fox-Calderón dixit), los gobiernos panistas han regalado a los mexicanos terroríficos aumentos en las tarifas eléctricas, muy por arriba de la inflación oficialmente reconocida por el Banco de México (56.45 por ciento en el periodo). Tanto han crecido dichas tarifas, que no sólo son una escalofriante cuan permanente agresión para los bolsillos de los consumidores nacionales, sino que resultan notoriamente superiores a las que por el mismo servicio se aplican en el vecino del norte.
Según el insistente discurso del gobierno federal, los precios de las gasolinas y el diesel se mantienen en constante alza, porque "es necesario equipararlos a los prevalecientes en Estados Unidos". Pues bien, para ser congruente entonces de inmediato deberá reducir las tarifas eléctricas internas, porque éstas resultan superiores, y por mucho, a las que se registran en el vecino del norte. Para dar una idea de qué se trata, de diciembre de 2000 (llegada de Fox) a febrero de 2011 (con Calderón en Los Pinos), el aumento promedio mensual de la inflación oficial (Banco de México) en el periodo ha sido de 0.37 por ciento, mientras que la tasa promedio mensual de crecimiento de las tarifas eléctricas (Secretaría de Energía) ha sido de 1.12 por ciento, diferencia de tres tantos. Lo mejor del caso es que en su campaña electoral Felipe Calderón prometió reducir tales tarifas a 50 por ciento.
De acuerdo con el registro estadístico de la Sener, el terrorífico regalo de las administraciones panistas (la inefable dupla Fox-Calderón) se traduce en lo siguiente: para los consumidores domésticos, las tarifas han crecido 130 por ciento en el citado periodo (hasta febrero de 2011); para el sector comercial 107 por ciento; en los servicios 84 por ciento; en el sector agrícola 85 por ciento; para la empresa mediana 146 por ciento y para la gran industria 157 por ciento. El promedio de los aumentos en el periodo es brutal: 134 por ciento, contra 56.45 por ciento de inflación oficial. Si a lo anterior se suma el caos que reporta la facturación y el registro de cobranza de la Comisión Federal de Electricidad, entonces el panorama es aún más desagradable.
En este orden, los industriales de la transformación agrupados en la Canacintra reclaman que sólo en lo que va de 2011 las tarifas eléctricas aplicables a su sector aumentaron 7 por ciento, con lo que el precio promedio de la electricidad en el país se ubica entre 12 y 15 por ciento por encima del costo que tiene en Estados Unidos. De hecho, el presidente de esa agrupación, Sergio Cervantes Rodiles, se quejó públicamente, porque "en las horas de mayor consumo las tarifas eléctricas en México resultan prohibitivas para la industria nacional, lo que margina a las empresas de toda posibilidad de competir" (La Jornada, Juan Carlos Miranda).
La Canacintra advierte que en diciembre de 2010 el costo de la energía para la gran industria en México fue 28 por ciento superior al reportado en Estados Unidos, mientras que para la empresa mediana la diferencia fue de 13.8 por ciento. "El análisis combinado de todas las tarifas eléctricas que se cobran en México nos arroja que en el último mes del año pasado la energía fue 14.2 por ciento más barata en Estados Unidos", que es, supuestamente, la referencia obligada para el gobierno federal, como en el caso de los combustibles.
En marzo del presente año, continúa el análisis del organismo industrial, el "factor de ajuste" por combustibles para la tarifa con cargos fijos se colocó en un nivel más elevado que el de enero de 2011. Tal "factor" se calcula con base en el mercado internacional de futuros del gas natural, combustóleo y carbón, sin olvidar el pronóstico inflacionario y el tipo de cambio para los siguientes 12 meses. "Para la tarifa HT-LF y HS-LF los cargos fijos de marzo de 2011 son 3.2 por ciento superiores a los de enero de 2010 en horario base e intermedio y 2.17 por ciento mayores en horario punta".
La determinación de las tarifas eléctricas se ha convertido en una complicadísima feria de pronósticos, estimaciones, cálculos, especulación a futuro, mercados externos, dependencia externa en combustibles, inflación, tipo de cambio, humor de la Secretaría de Hacienda y lo que quepa en la coctelera, que a los mortales impide conocer de qué se trata y cómo se cocina, pero que a la hora del recibo provoca no pocos infartos. En este contexto, cómo olvidar aquella folclórica conferencia de prensa (enero de 2002) en la que los ex titulares (con Fox) de Hacienda y de Energía (Francisco Gil Díaz y Ernesto Martens) se hicieron tantas bolas al anunciar el criminal aumento a las tarifas eléctricas (que ellos cínicamente calificaron de "reducción del subsidio") que pasó a cuchillo a los consumidores nacionales. Tan complicado y sinuoso fue el "armado" de las "nuevas" tarifas, que ambos funcionarios foxistas de plano se vieron en la penosa necesidad de suspender la conferencia de prensa (no así el aumento de tarifas) para mejor ocasión, mientras ellos mismos trataban de entender de qué se trataba.
En fin, 134 por ciento de aumento promedio en las tarifas eléctricas es uno de los ácidos bombones regalados por los dos gobiernos panistas, creadores de eternos círculos viciosos: tarifas cada día más elevadas por la voracidad de los "permisionarios" privados (fundamentalmente trasnacionales) que al margen de la ley generan electricidad en el país y la venden a CFE a precios exorbitantes (contratos garantizados por no menos de 25 años; en 2010 de las arcas nacionales salieron 15 mil millones de dólares para tal fin), que la paraestatal traslada a los consumidores (a pesar de supuestos subsidios), quienes no tienen mayor expectativa que pagar más en cada recibo para que la CFE pueda cumplirle a los "permisionarios" privados, quienes no corren riesgo alguno, pero exigen mayor margen de ganancia. Un éxito, sin duda, pero no para quienes pagan la factura.
Ah por cierto:
¡Alabado sea el Señor! (con recursos fiscales). Iluminado, Felipe Calderón comenzó su periplo rumbo al Vaticano. Gastará una buena tajada de impuestos (o de las elevadísimas tarifas eléctricas que pagan los mexicanos) para, sin albur, besar el anillo al inquilino de la Santa Sede (así le llaman), patentizar su religiosidad como representante de un Estado laico y emocionarse hasta las lágrimas con la beatificación del protector de pederastas. Hasta allí todo según lo acostumbrado. Lo malo es que, terminada la ceremonia, nos lo regresan… En su onomástico, va un beso para la niña Blanca.