Carlos Fernández-Vega
Con la venia gubernamental, la mayoritariamente extranjerizada banca comercial (léase privada) que opera en el país se ha metido donde la ley no se lo permite (el sector energético propiedad de la nación), y se ha dedicado a financiar a empresas privadas (no pocas de ellas asociadas a las propias trasnacionales financieras) que se han instalado hasta en la cocina, en lo que se refiere a actividades productivas que sólo competen a entidades públicas, como la banca de desarrollo (también propiedad de la nación), y las propias paraestatales creadas para tales fines (Petróleos Mexicanos y Comisión Federal de Electricidad).
Resulta que “las restricciones a la inversión privada que prevalecen en el sector energético no han impedido que la banca comercial haya incrementado su participación en el mismo, al grado que en este sexenio desplazó a la banca de desarrollo y cuadruplicó el financiamiento para la extracción y refinación de petróleo, la explotación de carbón y sus derivados, y sobre todo en la generación de electricidad, gas y agua.
El crédito bancario privado para el sector energético mexicano fue de apenas 8 mil 972 millones de pesos en 2006, cuando iniciaba el gobierno de Felipe Calderón, pero el año pasado llegó a 41 mil 736 millones de pesos, lo que implica un crecimiento de 365 por ciento en cinco años, indican cifras del Inegi y del Banco de México.
En cambio, la banca de desarrollo contrajo su participación en el sector, ya que de aportar más que la banca privada en 2006 con 9 mil 603 millones de pesos, equivalente a 52 por ciento del financiamiento total, el año pasado aportó únicamente 22 por ciento del mismo, con 11 mil 759 millones de pesos”.
En el caso de la extracción petrolera, el financiamiento privado se incrementó la friolera de mil 550 por ciento en sólo un lustro, el del calderonato (La Jornada, Susana González).
Qué tal con la cacareada “defensa del estado de derecho” (de saliva) que a lo largo del sexenio ha hecho el inquilino de Los Pinos.
Debe tratarse de “su” estado de derecho” y el de sus amigos y protegidos (los banqueros de forma destacada), porque en el caso del sector energético mexicano la ley se la ha pasado por el arco del triunfo, acelerando la llamada privatización “silenciosa” de electricidad, petróleo, minería, gas y todo lo que huela a energía.
Y, como siempre, el Congreso (los “representantes del pueblo y de los intereses nacionales”, de acuerdo con la versión oficial) papando moscas (así le llaman ahora a los negocios asociados a los partidos políticos). La banca privada hace lo que le viene en gana, que para eso tiene la protección de la famiglia financiera del gobierno federal y la del mismo inquilino de Los Pinos. Se mete en sectores restringidos, pero está muy alejada de aquellas áreas en las que sí cuenta con autorización y la ley le exige participar, es decir, las actividades productivas del sector privado.
Tanto meten la mano donde no les toca, que de plano ocho de cada diez empresas privadas deben encontrar financiamiento en cualquier parte, menos en la banca comercial. De ese tamaño es la ausencia de la “banca moderna” que nos han querido vender desde hace dos décadas.
Por ejemplo, en su más reciente informe sobre la “evolución del financiamiento a las empresas”, correspondiente al cuarto trimestre de 2011, el Banco de México reconoce que las principales fuentes de crédito reportadas por el sector privado fueron sus propios proveedores, con 81.9 por ciento de las empresas.
“Los resultados de las fuentes de financiamiento por tamaño de empresa muestran que tanto en el conjunto de las empresas de más de 100 empleados como en el de aquellas que emplean entre 11 y 100 personas, una alta proporción recibe financiamiento de proveedores (82.6 por ciento y 80.8 por ciento, respectivamente)”.
Desde tiempos zedillistas, cuando comenzó el proceso de extranjerización del sistema financiero otrora nacional, se escuchan los “exhortos” del secretario de Hacienda y del gobernador del Banco de México en turno, para que la banca incremente el financiamiento al sector productivo, estimule el crecimiento económico y contribuya al desarrollo nacional.
Más allá de las carcajadas que se escuchan del lado de los barones del dinero, el gobierno no ha conseguido absolutamente nada. Hace pingües negocios con las tarjetas de crédito, el rosario de comisiones que cobra, los altísimos intereses que carga y los ínfimos rendimientos que ofrece, y se mete a financiar actividades que no debe. ¡Negociazo!, con la venia de la presunta autoridad.
En el último trimestre de 2011, de acuerdo con la información del Banco de México, sólo una de cada cuatro empresas privadas obtuvo nuevos créditos productivos de la banca comercial. El porcentaje de empresas hasta con 100 empleados que señaló haber obtenido nuevos créditos bancarios fue de apenas 18 por ciento, mientras en el caso de las empresas de más de 100 empleados este porcentaje fue de 29.3 por ciento.
“Con respecto al conjunto de empresas que no recibieron nuevos créditos (74.8 por ciento), 68.7 por ciento reveló que no solicitó nuevos créditos bancarios (65.3 por ciento en el trimestre anterior); 3.8 por ciento de las empresas señaló que solicitó crédito y está en proceso de autorizarse (4.9 por ciento en el trimestre anterior) y 1.2 por ciento de las empresas indicó que solicitó crédito y no fue autorizado (1.6 por ciento el trimestre anterior). A su vez, 1.3 por ciento de las empresas indicó que aunque solicitó el crédito lo rechazó por considerar que era muy caro (0.4 por ciento el trimestre anterior)”.
Las limitantes consideradas por las empresas, en orden de importancia, fueron, de acuerdo con el Banco de México: la situación económica general (60.7 por ciento); las tasas de interés del mercado de crédito (46.8 por ciento); las condiciones de acceso al crédito bancario (45.2 por ciento); las ventas y rentabilidad de la empresa (43.5 por ciento); los montos exigidos como colateral (42.9 por ciento); la disposición de los bancos a otorgar crédito (41.4 por ciento); el acceso a apoyo público (40.6 por ciento); la capitalización de la empresa (35.3 por ciento); historia crediticia de la empresa (33.0 por ciento) y las dificultades para pagar el servicio de la deuda vigente (30.7 por ciento).
Las rebanadas del pastel
¡Tan respetable y seriecita que se veía, señora Wallace!
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Cartones Internacionales.