Como los autodenominados gobernantes del mundo y los organismos internacionales multilaterales todo lo ven de manera positiva, celebran que la buena noticia (cómo estará la mala) es que la escalada internacional de precios de los alimentos todavía no llega a la cota reportada en 2008, aunque la diferencia se estrecha cada día que transcurre. Cuatro años atrás los causantes de tal aumento sostenido fueron el uso masivo de maíz para producir biocombustibles, y los chinos, que son muchos y cada día comen más (Calderón dixit). Ahora lo atribuyen al desplome de la producción de granos en Estados Unidos y la ex Unión Soviética (además, los chinos no dejan de comer).
Lo cierto es que a estas alturas, de acuerdo con la FAO, en el planeta sobreviven 870 millones de personas con desnutrición crónica, un número inaceptablemente elevado, independiente de aquellos seres humanos a los que de plano no les alcanza el ingreso para alimentarse tres veces al día, que son muchísimos y serán más al ritmo que van las cosas. Para el caso mexicano, 28 millones de paisanos no tienen lo suficiente para alimentarse tres veces al día, y la perspectiva no es precisamente alentadora. Si bien los precios de los alimentos no alcanzan la cota referida, para efectos alimentarios de nada ayuda la explosiva combinación de ingreso decreciente y caída de la producción. El resultado es obvio: alza de precios y menor alimentación para el grueso de los habitantes del planeta, y como nadie está dispuesto a resolver el problema de fondo tarde que temprano esto va explotar.
En vía de mientras, el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados reseña que en agosto pasado repuntaron los precios de los cárnicos, después de permanecer tres meses consecutivos a la baja, siendo el sector porcino y el avícola los más afectados por la utilización de grandes cantidades de cereales. Los productos lácteos mostraron alza desde julio, que se mantuvo por el incremento en los precios de la leche en polvo desnatada, la mantequilla y la leche entera en polvo, lo que se explica por una fuerte demanda, a pesar de las limitaciones de producción de la zona afectada por la sequía y al aumento en los costos de alimento para ganado.
Con relación al balance de cereales, si bien la FAO consideró cierta holgura en las reservas, las cifras actuales muestran un mayor grado de los daños ocasionados por la sequía, por lo que, contrario a las estimaciones de julio, se observa que la producción mundial de estos productos no será suficiente para cubrir plenamente la utilización prevista en la campaña 2012-2013. Así, se estima que en 2013 la producción cerealera será de 2 mil 294.8 millones de toneladas, 2.2 por ciento menos que el máximo registrado en 2011, secuela de la reducción de la producción en Estados Unidos.
La producción mundial de cereales secundarios (maíz, cebada, sorgo, centeno y avena) será inferior en 17 millones de toneladas, 1.5 por ciento menos con respecto al año anterior, principalmente por la caída en la producción mundial de maíz, que se estima en 864 millones de toneladas para 2012. En tanto, se prevé que la producción mundial de trigo caiga 5 por ciento como resultado de la sequía en los países pertenecientes a la Comunidad de Estados Independientes (CEI), con Rusia a la cabeza. Asimismo, se estima un incremento en la producción de arroz de apenas 0.2 por ciento respecto a 2011, por las perspectivas de disminución en las cosechas en algunos países asiáticos.
Con relación a la utilización mundial de cereales en 2012-2013, será de 2 mil 317 millones de toneladas, cifra ligeramente inferior a la registrada en la temporada anterior. En consecuencia, por la menor obtención de cereales las existencias mundiales para el cierre del ciclo 2013 se reducirían 32.5 millones de toneladas, ubicándose en el mismo nivel observado en 2010-2011. En este escenario de menor producción, reducción de inventarios y una demanda sostenida, es previsible que los precios de los cereales se mantengan altos; a estos sucesos se debe sumar la especulación en los mercados internacionales, lo que podría mantener la tendencia alcista de los precios de los alimentos básicos a corto plazo.
Los precios de los cereales se incrementaron 0.1 por ciento, por lo que se mantuvieron prácticamente estables comparados con las variaciones de julio; no obstante son superiores en 3.1 por ciento a los del mismo mes del año anterior. El precio del trigo aumentó 3.6 por ciento en el mes respecto a julio, y 9.5 por ciento en el año, como resultado del deterioro en las perspectivas de la cosecha de la Federación de Rusia; sin embargo, sus cotizaciones descendieron hacia finales de mes, después del anuncio de no imponer restricciones a la exportación.
El precio del maíz se incrementó 1.2 por ciento, suavizando su alza respecto a julio (23.5 por ciento). A pesar de ello, se encuentra 50 dólares (17.9 por ciento) por arriba del precio máximo registrado en 2008 y 7.5 por ciento del promedio observado en agosto de 2011. Por su parte, el aumento mensual del precio del sorgo fue de 2.2 por ciento, y aunque se encuentra 2.5 por ciento por debajo de su nivel observado en agosto del año anterior, está en 19 dólares (6.8 por ciento) por arriba de su máximo histórico.
El precio de la soya también subió, rebasando por 70 dólares (12 por ciento) su nivel máximo alcanzado en 2008. En agosto pasado se incrementó 1.1 por ciento en comparación con julio, presionado por la estrecha brecha entre los suministros mundiales de soya para el ciclo 2011/12 y la creciente demanda, sobre todo de China. Finalmente, el precio internacional del arroz presentó una contracción de 2.7 por ciento respecto a julio, aunque se ubicó 0.3 por ciento por arriba del nivel alcanzado en agosto de 2011. El panorama, pues, es bastante ingrato, pero peor es para México, que importa alrededor de la mitad de los alimentos que consume.
Las rebanadas del pastel
Los logros del calderonato también son reconocidos por los organismos financieros internacionales: “el ingreso por habitante en México (…) registró entre 2006 y 2012 la menor tasa de crecimiento en 25 años, reveló el FMI. La pérdida en el poder de compra de los mexicanos respecto de otras naciones ha ocurrido a la par que la economía mexicana ha perdido participación en el producto interno bruto mundial… A lo largo de un periodo de 25 años, que coincide con la imposición en México del actual modelo de política económica, las tasas de crecimiento del PIB por habitante han disminuido de manera consistente” (La Jornada, Roberto González Amador), y en esa caída sobresale la registrada en el sexenio que a los mexicanos prometió vivir mejor.
cfvmexico_sa@hotmail.com