Carlos Fernández-Vega (La Jornada)
Pues nada, que la solidez y las cifras alentadoras que reporta el país (según la versión de Los Pinos y zonas conexas) quedan plenamente documentadas en el más reciente reporte del Inegi: en enero pasado, el dato más fresco, el indicador global de la actividad económica se incrementó en la fabulosa proporción de 0.09 por ciento con respecto al cierre de 2013. Y si la medición se anualiza, entonces el crecimiento fue de 0.8 por ciento, contra 2.9 por ciento 12 meses atrás.
He allí, pues, una muestra de la solidez y de las cifras alentadoras que registra la economía mexicana (el anterior inquilino de Los Pinos la calificaba de navío de gran calado), con ganas de que el ambiente empeore, porque, como bien advierte el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), el horizonte promisorio asociado a las reformas estructurales no ha llegado y dicha promesa contrasta con la realidad que se desprende del entorno económico actual.
El problema de fondo, subraya el instituto de referencia, es que la coyuntura sintetiza los problemas estructurales que México enfrenta: bajo crecimiento, precarización laboral, debilidad del mercado interno, ausencia de un programa de desarrollo industrial, inseguridad y dependencia del ciclo económico de Estados Unidos. En consecuencia, puede afirmarse que la solución radica en implementar medidas de política económica que de manera eficaz y eficiente resuelvan los desequilibrios estructurales existentes. La cuestión es que ello no necesariamente está ocurriendo.
Reformas por aquí y por allá, y el balance se mantiene negativo. Por ejemplo, apunta el IDIC, la laboral y la financiera “han vivido sus primeros meses sin haber trascendido a la mejora en el desempeño del aparato productivo nacional; de hecho, en el primer caso persiste la precarización del empleo, lo que afecta la evolución del mercado interno… la segunda tuvo ya su efecto de corto plazo, algo reconocido por las autoridades: la menor demanda agregada provocó que durante enero la economía avanzara muy lentamente, y el gasto público no pudo compensarlo. Lo descrito juega en contra de la necesidad que el país tiene de iniciar una etapa de crecimiento y bienestar. Una mayor generación de riqueza y su mejor distribución son necesarias para mantener la estabilidad social, económica, política y de seguridad pública”.
De acuerdo con el IDIC, es probable que en febrero y marzo los resultados sean mejores, básicamente porque durante 2013 se tuvo un mal desempeño y se parte de una base baja. Sin embargo, ello no ocurrirá en abril, pues el efecto de la Semana Santa jugará en contra. Al descontar lo anterior será prioritario que se observe la tendencia de largo plazo de la economía, la cual hoy señala que el primer semestre del año México vivirá los efectos de una desaceleración que no ha terminado.
Al escenario productivo se agrega la volatilidad financiera, y el retroceso registrado en la bolsa de valores indica una salida de capitales que no es menor. Las pérdidas acumuladas no solamente afectan a los inversionistas que buscan ganancias a corto plazo, sino que también llegan a los sistemas de pensiones que han destinado parte de sus recursos al juego bursátil. El año pasado se observó cómo las Afores registraron pérdidas en el ahorro de largo plazo. Si la volatilidad permanece ello llegará nuevamente a este esquema de ahorro para el retiro, una situación que debe evitarse. El crecimiento económico es la clave para ello, es momento de retomarlo, de otra manera los efectos adversos irán más allá de lo netamente económico y del corto plazo.
Por lo que toca al comportamiento del indicador global de actividad económica (IGAE), el citado instituto detalla que con los resultados de enero de 2014 se confirma la desaceleración generalizada del ciclo económico interno; de hecho, solamente la actividad industrial moderó su descenso, fundamentalmente porque está influida por la evolución positiva de las manufacturas. Una situación que no puede pasarse por alto es la disminución de la actividad registrada en el mercado interno, es decir en los servicios. El aumento de uno por ciento en dicho sector refleja que el menor crecimiento ya afecta la capacidad de compra de los mexicanos, esencialmente por la baja generación de empleo formal permanente, la pérdida de poder adquisitivo que tienen los salarios y los efectos que los cambios fiscales han provocado en el consumo y la inversión. La ligera contracción de (-) 0.3 por ciento en la cifras de comercio al por menor de enero y los resultados adversos reportados en la ventas minoristas sintetizan que el consumo de las familias se ha moderado.
El IDIC recuerda que la tasa de crecimiento de la población es cercana al uno por ciento anual, de tal suerte que un incremento similar del producto interno bruto –como sucedió en 2013– sólo compensa el aumento en el número de habitantes, y no se traduce en un mejor nivel de vida para la gente que ya se encontraba en el país. La afectación puede apreciarse en la tendencia del comercio y el transporte, que en conjunto representan más de la tercera parte del sector servicios y lo cual indica la debilidad que se observa en el consumo de los mexicanos. Cuando a lo anterior se agrega la disminución en la tendencia de los servicios corporativos, lo que puede agregarse es que aún las grandes empresas han comenzado a sentir los efectos adversos de la desaceleración.
Además, la precarización del empleo ni de lejos cede terreno: en febrero de 2014 la tasa de desocupación se ubicó en 4.65 por ciento (por arriba de los niveles previo a la crisis de 2009), la cual en principio es 0.2 por ciento menor en comparación a la registrada el año anterior durante el mismo periodo, pero este resultado se muestra en contexto en el que se ha planteado un proceso de reformas estructurales, en particular la laboral, que debería estar mostrando avances en su ejecución, pero que no ha rendido frutos luego de más de un año de su aprobación. Por si fuera poco, el hecho de que la tasa de desocupación sea menor en relación a la de 2013 se debe más que a la generación de puestos de trabajo a la reducción de la tasa de participación en la ocupación, evidenciando una vez más que continúa la debilidad económica y que sus estragos en el mercado laboral lo posicionan como uno de los pendientes más desafiantes para la economía del país.
Las rebanadas del pastel Entonces, ¿así o más sólido y alentador?
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