Pérfida OCDE que al inquilino de Los Pinos apestó su quinta tanda de cuentacuentos. El pasado domingo muy contento estaba el Felipillo duro que te dale con aquellos de que gracias a su responsable manejo de las finanzas nacionales los mexicanos cada día que pasa “viven mejor”, cuando, ¡zas!, que llega la citada organización y mete el dedo en la llaga: México es el segundo país más desigual en la región más desigual del planeta, y la diferencia entre el ingreso de los más ricos y el de los más pobres es de 26 tantos (en 2006 fue de 22).
Calderón no había apagado el micrófono de su quinta quimera, ni terminaban de caer el confeti y las serpentinas cuando, apenas 24 horas después, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos decidió difundir su más reciente análisis (Siempre más desigualdad: por qué la brecha de los ingresos aumenta) que deja muy mal parado al inquilino de Los Pinos y, desde luego, a los cuatro gobiernos neoliberales que precedieron al de “para vivir mejor”, lo que provocó uno de los más severos ataques hepáticos del inquilino de Los Pinos, quien, como acostumbra, procedió a defender lo indefendible. De por sí ya se había convulsionado con el reporte de la Cepal (divulgado el pasado 29 de noviembre), el cual subraya que México y Honduras “fueron los únicos países (en América Latina) con incrementos significativos en sus tasas de pobreza y de indigencia”, mientras en el resto se reportaron descensos.
El que ya pronto, felizmente, se va a otra parte, mientras más lejos mejor, dijo lo siguiente (tal cual): “ayer, por cierto, no quiero dejar de hacer este comentario. Ayer salió una nota en casi todos los periódicos, que la OCDE había dicho que la desigualdad en México aumentó. Y bueno, sí es cierto, pero hay que leer las letras chiquitas, porque dice: aumentó de 1984 a 2008. Pero, también, yo puedo decir hoy, como también lo dice la OCDE, lo puedo decir con los datos de la OCDE, que la desigualdad en México disminuyó del año 2000 al 2008, y todavía más al 2010. Es decir, sí aumentó, pero aumentó de 1984 a 1998, terriblemente. ¿Por qué? Porque nos pegaron tres crisis: la del 82, la del 87, la del 94. Una inflación terrible, en los 80, que pulverizó el ingreso de los más pobres. Por eso, aumentó la desigualdad el siglo pasado. Pero lo que hay que decir es que bajó. Empezó a bajar en el año 2000. Y ha bajado consistentemente desde entonces. Entonces, también, se vale decir, según la OCDE, la desigualdad en México bajó… Es muy distinto decir: la desigualdad se aumentó entre 1984 y 2008, que la desigualdad bajó del 2000 al 2008. Y hay algo más, que todavía no tiene la OCDE, que es el dato que ya tiene el Inegi, y que es el que bajó mucho más la desigualdad entre 2008 y 2010… Por qué razón, amigas y amigos. Bajó la desigualdad en plena crisis. ¿Por qué? Porque aunque los mexicanos sufrimos mucho, y hubo una contracción del ingreso, la verdad es que le metimos muy fuerte para proteger a las familias más pobres del país”.
Qué bueno que el inquilino de Los Pinos lea la letra chiquita, según dice, pero es notoria su incapacidad de leer las letras grandotas, y éstas, con información oficial, demuestran que es imposible defender la tesis de que en México la desigualdad se redujo, mucho menos presumir que se logró durante su estancia en la residencia oficial y en medio de la mayor crisis económica nacional en 80 años. Cierto es que las administraciones neoliberales priístas (Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo) fueron un fracaso, pero a pesar de todos los pesares duplicaron la tasa de crecimiento económico con respecto al reportado por Fox y la multiplicaron por 2.5 veces si la comparación se hace con el propio sexenio calderonista.
En los últimos cinco años tal “crecimiento” anual promedio fue de 1.5 por ciento; el ingreso de los mexicanos se redujo sustancialmente, y en el periodo 2008-2010 se desplomó en todos los estratos, sin olvidar que en ese quinquenio el número de pobres aumentó 12.2 millones, la desocupación creció 60 por ciento y la informalidad reporta un nivel histórico, Entonces, ¿dónde está la mejoría?
“La desigualdad se redujo, por primera vez en la historia de México, a lo largo de una crisis”, dice Calderón, y para ello utiliza placebo: “le metimos mucho más dinero a Oportunidades, aumentamos el ingreso de Oportunidades para las familias más pobres… aceleramos el Seguro Popular. Entonces, los más pobres no tuvieron que gastar en lo que siempre los arruinaba, que era cuando se enfermaba un hijo, el papá, o el hermano”. Eso dijo, pero con todo y Oportunidades el Coneval ha documentado que entre 2008 y 2010 la crisis produjo 5.5 millones de pobres adicionales, y 6.7 millones más cuando oficialmente no había crisis (2006-2008), para un total de 12.2 millones en cuatro años de calderonato. ¿Mejoría?
Oportunidades es el nieto de Solidaridad (con Zedillo se denominó Progresa), el programa salinista que arrancó en 1988. En 1992 en el país existían 46 millones de pobres; en 2010 había 57.7 millones. Cuando Calderón se instaló en Los Pinos el número oficial de pobres era de 45.5 millones; cuatro años después, se había incrementado a 57.7 millones. Por si fuera poco a estas alturas, aumentó la pobreza alimentaria (casi 6 millones de personas) y la de capacidades (alrededor de 8 millones), de acuerdo con la denominación oficial. Ni con lupa sobre la letra chiquita se encuentra rastro de mejoría, por mucho que la repugnante propaganda del chiflidito pretenda convencer de que otra es la realidad nacional.
Calderón atribuye a “herencia de administraciones no panistas” la vergonzosa desigualdad imperante en el país, pero los gobiernos blanquiazules han hecho exactamente lo mismo que los tricolores. De acuerdo con el Inegi (Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares) el ingreso promedio de los mexicanos se redujo 1.6 por ciento en el periodo 2006-2008, y se desplomó 12.3 por ciento entre 2008 y 2010. En el primer periodo citado el 80 por ciento de la población fue afectada; sólo 20 por ciento de la más rica aumentó sus haberes. En el segundo, todos, absolutamente todos los estratos sociales registraron desplome. ¿Dónde, pues, la mejoría?
Entonces, ¿qué o quién es el chiquito: la letra, o el lector?
Las rebanadas del pastel
Pero bueno, sigamos en la chorcha y el cotorreo por los disparates que dice y hace nuestra gloriosa clase política, y estemos muy atentos a las permanentes pifias culturales que comete, porque eso sí es decisivo para entender el espeluznante estado que guarda la nación. El tema de la desigualdad no importa, como tantos otros, porque no es gracioso.
cfvmexico_sa@hotmail.com
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