Antonio Gershenson (La Jornada)
Las tarifas eléctricas son un caos. En un conjunto de múltiples tarifas además hay tarifas locas que, siendo las mismas, emiten recibos varias veces mayores; en una tarifa doméstica en un multifamiliar el recibo puede indicar 5 mil o 10 mil pesos a pagar, y los afectados aumentan y están por todas partes.
Hay muchas tarifas domésticas, según la región, la hora y el consumo, principalmente. Y lo peor, la tarifa DAC, que puede multiplicarse si se rebasa un límite al doble o más, y si el medidor no está bien, u otro factor, se pueden producir las tarifas locas.
Hay tarifas agrícolas y de negocios, y existen lugares en los que el equipo para controlar el clima causan grandes consumos, a pesar de las tarifas especiales, que no protegen a todas las áreas. Como sólo se regulan con el termómetro, están ajustadas para zonas que en los periodos calurosos son muy secas. Pero en las zonas sur y sureste, que tienen calor y humedad, ahí no los protegen, lo cual ha dado lugar a regiones enteras que llevan mucho tiempo sin pagar.
Tampoco se considera el estado social de las regiones. No les importa a los burócratas corruptos si los consumidores tienen posibilidad de pagar.
Es tan complicada la situación, que ha motivado quiebras de empresas, situaciones insostenibles de familias que no pueden pagar, ruinas en el campo, etcétera, cuya solución o soluciones son muy complicadas. Las posibilidades incluyen:
Una especie de juicio con especialistas que conozcan el campo. Es muy delicada la selección, como lo muestran las elecciones presidenciales y similares, que nunca han ganado la confianza de los electores. En cambio, ha habido casos con confianza, como los de universidades y otros.
Revisión, también por especialistas, de la definición de los sistemas de tarifas de la industria eléctrica. Por ejemplo, debe ser suprimido el DAC. El trabajo, en caso de que se realice, debe ser a la vista de grupos de usuarios.
Pero donde sí se derrocha el dinero es en las trasnacionales, especialmente españolas. Se les compra energía, se les pagan refacciones y gastos en general y se les da el gas que compra caro la CFE. A cambio de más mordidas que las iniciales, se les compra más energía; por ejemplo, sobrellenando los ríos para no generar electricidad con la hidroenergía. Se cierran o se subutilizan las plantas usadas de la CFE para pagarles más a los extranjeros y recibir mayores mordidas. Parte de la solución es acabar con esta corrupción y regresar las plantas a la nación.
Otro derroche es la cantidad de la importación de gas de Estados Unidos a México. Claro, más mordidas. Y hay que hacer a un lado las fuentes nacionales de generación de electricidad: plantas de la nación de geotermia, de hidroelectricidad, de viento. Siempre prefieren sacrificar a los que consumen electricidad, que paguen más caras sus facturas, y los altos funcionarios, aventando para arriba parte del dinero hacia funcionarios más altos, recibir más mordidas. Otra parte de la solución es la recuperación de todo esto de la nación y enviar a la cárcel a esos delincuentes.
A estas posibilidades pueden agregarse otras.
No se deben establecer en el área de control central plantas de gas natural, ciclo combinado, como se ha hecho en otros lados. Además de los problemas generales, están las pérdidas derivadas de la altura de más de 2 mil metros sobre el nivel del mar y la temperatura (en total, más de 30 por ciento de pérdidas).
Hay plantas muy eficientes, con combustóleo desulfurado, con la caldera trabajando a más de 600 grados centígrados.
Otra solución la constituyen plantas pequeñas, de unos 30 megawatts, conectadas a cada subestación y con un sistema de control.
Éstas se pueden instalar más rápido y resolver muchos problemas. Estas pequeñas plantas tienen ventajas si usamos motor diésel para impulsar el generador, porque se instalan más rápido, porque son más eficientes y porque podemos usar combustible diésel desulfurado en vez de gas natural.
antonio.gershenson@gmail.com
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