Carlos Fernández-Vega (La Jornada)
Reformado hasta la médula a lo largo de los últimos 30 años (versión oficial), en los hechos el México real nada de muertito entre un conjunto de parches económicos y políticos que en nada ha beneficiado a las mayorías que supuestamente resultarían beneficiadas a grado sumo por la profunda transformación gatopardiana.
Empezó con el de la renovación moral de la sociedad, y desde entonces se promete que con las necesarias cuan urgentes reformas México se transformaría en un verdadero paraíso terrenal. Seis gobiernos después, con la reformitis a galope, el país no cacha ni picha, aunque sí dejan batear, y muy fuerte, a los de siempre.
Innumerables reformas han sido aprobadas en los últimos 32 años, de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto, y el paraíso prometido se mantiene pendiente, en espera de más reformas. Por ejemplo, para no ir más lejos, de cierre sexenal, con bombo y platillo, el inefable Felipe Calderón promulgó la reforma laboral la cual, según decía, contribuye verdaderamente para un mejor futuro en el país y permitirá contratar a más mexicanos de manera digna. A la par, sus promotores en el Legislativo ofrecían 300 mil empleos adicionales por año, cuando menos.
Ese fue el compromiso, pero transcurridos 19 meses sólo tres de cada diez mexicanos en edad y condición de laborar (sin considerar rezagos) lograron colarse al mercado laboral en el sector formal de la economía y en condiciones cada día más precarias, ante la amenaza de una desocupación que ni de lejos mengua. ¿Dónde quedaron las 475 mil plazas adicionales que de generarían gracias a la reforma?
En octubre pasado, el Legislativo aprobó la reforma fiscal que, según decía, no sólo reactivaría la economía sino que obligaría a pagar más a quienes ganan más, al tiempo que el gobierno contaría con más recursos para beneficiar a los mexicanos. Pues bien, la economía se mantiene en la lona, entre otras causas como producto de la citada reforma, los que ganan más se las han ideado para pagar menos, como acostumbran, y el gobierno tiene más qué gastar pero lo hace no en sectores productivos que impulsen la economía, sino en mantener aceitado el aparato de gobierno y el monárquico nivel de vida de la cúpula, que incluye revistas de moda y del corazón.
Para arrancar bien este 2014 el inquilino de Los Pinos promulgó la reforma financiera, la cual, prometió, utilizaría el crédito bancario como un mayor detonador de crecimiento económico en favor de las familias mexicanas, pues se ampliaría la oferta de financiamiento productivo y se reducirían las tasas de interés. Al elevar el crédito será también posible aumentar y democratizar la productividad facilitando que nuestros emprendedores tengan los recursos necesarios para hacer realidad sus proyectos productivos, ofreció Enrique Peña Nieto.
En esa ocasión, el ministro del año presumía que se trataba de una reforma de gran calado que fomentará la competencia, inhibirá prácticas anticompetitivas y generará una reducción de la tasas de interés (sólo hay que asomarse a los estados de cuenta para constatar qué tanto se han reducido esas tasas). Como cápsula de memoria, en su sexto Informe de gobierno Carlos Salinas de Gortari presumió que el proceso de apertura y liberalización del sistema financiero ha generado mayor competencia que obliga a los intermediarios a ofrecer mejores servicios y a reducir márgenes de ganancia y, por tanto, a otorgar mejores condiciones de tasas y plazos a sus usuarios. Echen cuentas.
Pues bien, siete meses después de tal promulgación, el incremento en los créditos de la banca comercial no se ha cumplido debido a que desgraciadamente no hemos tenido a nuestro favor el ciclo económico más propicio para lograrlo, sostuvo el presidente ejecutivo de la Asociación de Bancos de México, Alberto Gómez Alcalá. Nos gustaría dar más crédito, pero una cuestión que no hemos tenido a nuestro favor es el ciclo económico más propicio para lograrlo. El comportamiento de Estados Unidos resultó más adverso de lo que anticipábamos, esto nos permite entender por qué el ciclo económico en México no estuvo tan bien como esperábamos a principios del año y esto se refleja también en el crédito (La Jornada, Juan Carlos Miranda).
Uno de los promotores de la citada reforma, el subsecretario de Hacienda, Fernado Aportela, dijo que el actual nivel de otorgamiento de créditos por parte de la banca comercial equivale a 28 por ciento del producto interno bruto, cuando en el promedio de países de América Latina es de 50 por ciento, y en naciones como Brasil y Chile supera 80 por ciento. Sólo para la memoria, 20 años atrás tal proporción superó el 40 por ciento del PIB. Si los banqueros están a expensas de un ciclo económico más propicio, entonces habrá que esperar un largo rato para que el crédito fluya, se abarate y se haga otra reforma.
Poco más de una semana atrás, y en medio de los jaloneos entre monopolios y duopolios, el inquilino de Los Pinos promulgó la nueva legislación en materia de telecomunicaciones, y se animó a contar un chiste: “es una reforma que refrenda la importancia de este sector como un servicio público de interés general y reafirma la rectoría del Estado mexicano… amplía la libertad, fortalece la igualdad e incrementa la prosperidad de los mexicanos”. Como nota de color, al pomposo acto celebrado en la residencia oficial no acudieron los grandes dueños de los consorcios de telecomunicaciones, como Carlos Slim de Telmex, Emilio Azcárraga de Televisa y Ricardo Salinas Pliego de Tv Azteca, pero sí sus descendientes, directivos y abogados (La Jornada, Rosa Elvira Vargas y Miriam Posada).
Y cocinada está la madre de todas las reformas, la que nada privatizaría, la que reduciría precios de combustibles y tarifas de energía eléctrica y no permitiría que las reservas petroleras fueran utilizadas contablemente por las empresas privadas participantes, según se prometió, es decir, todo lo contrario a lo que se ha aprobado. Falta su promulgación, y lo harán rápidamente, porque se les queman las habas: tardaron 32 años en quedarse con la joya de la corona, pero ya se les hizo.
Las rebanadas del pastel
Eso y muchísimo más se ha reformado, mientras México se mantiene en el hoyo, con sus 61 millones de pobres, y contando, y su 2 por ciento de crecimiento, en el mejor de los casos, es decir, tres veces menos que antes de las reformas. ¿Qué pasará? Vendrán más, sin duda, para que todo siga igual.
Twitter: @cafe-vega
D.R.: cfvmexico_sa@hotmail.com
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