1. Escuché ayer por la tarde al conductor José Cárdenas en TeleFórmula gritar como loco contra la Ley de Amparo aprobada en el Congreso, contra Hugo Chávez y el totalitarismo que -al parecer- estaba presente en el gobierno del priísta Enrique Peña Nieto. Luego presionó en entrevista al presidente empresarial para que violentara su discurso contra la ley; aunque, de manera hábil, el empresario demostró que no estaba tan “enloquecido” como el locutor sumiso a Televisa. ¿Pasó algo tan importante para tanto grito y enojo? Pues que Peña Nieto –con la aprobación de la Ley de Amparo y una estrategia planeada por sus consejeros- parece estar afectando los intereses de quienes lo apoyaron para llegar a la Presidencia (Televisa, los empresarios, partidos y líderes) y planteando ideas que pueden permitirle recuperar a muchos sectores, en particular los controlados por el PAN, PRD y de más partidos. ¿Quién puede negar que esa misma estrategia le permita gobernar al PRI por muchos años más?
2. Algunos especialistas –sobre todo el director de asuntos jurídicos de la UNAM- han opinado que la Ley de Amparo enviada por Peña Nieto al Congreso y aprobada después por los legisladores, es una buena ley. Por ejemplo, dice: “en vez que los maestros de la CNTE –como sucedió hace unos días- entreguen 150 mil juicios de amparos” que en la práctica nadie revisa ni da trámite, bastará con uno. Además se evita ya que por “chicanas” de muchos abogados los juicios se alarguen, posterguen o, de plano, se pospongan. Dice el especialista que el amparo sigue siendo para todos y quien lo gane estará protegido. Con esta política –apoyada por los integrantes del llamado “pacto” y por otros sectores- el PRI consolida sus fuerzas. Sin duda, los comportamiento de diputados y senadores son ensayos que el PRI está haciendo para probar qué tanta fuerza tienen los legisladores y si están dispuestos a aprobar la privatización del petróleo y otras reformas “estructurales” que han estado pendientes desde hace varios años.
3. Los 71 años de monopolio dictatorial del PRI en la Presidencia de la República (1929-2000) obliga a ese partido a pensar en borrar los errores que cometió al verse obligado a aceptar la Presidencia del PAN durante 12 años. Sabe que lo más importante en 70 años, lo que le ha permitido jugar a la política con gran efectividad, ha sido su posición de “centro” ante la izquierda (hoy socialdemocracia) y la derecha panista y clerical; por ello su triunfo más notable ha sido la firma de ese “documento unitario” con los partidos de uno u otro bando. Los partidos se sentirán muy cómodos asegurando un fuerte financiamiento y una serie de concesiones que no tendrían si llegaran a separarse del “Pacto”. Ahora el gobierno de Peña y el PRI buscan demostrar que están dispuestos a llevar las reformas hasta donde sean necesarias para recuperar su poder como partido hegemónico y, si para ello es necesario “chocar” con eso que llaman “poderes fácticos” tendrá que ser, aunque fuera sólo por un corto tiempo.
4. Peña Nieto –escribe Julio Hernández López- se sabe producto político de la televisión, pero para afianzarse y consolidarse necesita someter a tal matriz de pantalla. También sabe lo que les debe a otros empresarios su campaña. Por ello ha impulsado la nueva ley de amparo, que entre otras cosas coloca a los concesionarios de bienes de la nación, como las telecomunicaciones, las minas y los energéticos, en una situación de fragilidad jurídica que sólo podrá ser resuelta mediante negociaciones en las que, por ejemplo, los barones de la televisión, Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego, no sigan sintiéndose dueños de un poder inercial que no necesita refrendos sexenales… Pero no hay un cambio de fondo ni intenciones de reivindicación social. Sólo son forcejeos de élite para replantear relaciones entre sus miembros, una fórmula de recuperación del estilo cesarista clásico del priísmo que había sido diluido por empresarios poderosos, sobre todo los concesionarios de las televisoras, que ahora deberán renegociar los términos de los entendimientos finalmente felices.
5. Que el PRI camina con paso acelerado para reconstruir su poder y que tiene muchos espacios para lograrlo, es indudable. Cuando el ultraderechista Felipe Calderón asumió la Presidencia en 2006, dijo que “rebasaría a López Obrador por la izquierda”. Nunca se entendió como lo haría con una política que estuvo al servicio del ejército y que luego causó 100 mil muertos. ¿Pretende ahora el PRI debilitar al sector progresista poniendo en práctica algunas de sus demandas o consignas? Obviamente no puede hacerse a un lado el planteamiento del presidente Peña Nieto, del secretario Osorio Chong, acerca de que el narcotráfico y la inseguridad no se combatirá esencialmente con armas sino que este programa (estará) encaminado a ‘‘reconstruir el tejido social y generar condiciones de bienestar en la sociedad, que la fortalezca, pues mientras más fuerte, menos policías hacen falta”. Aunque el PRI no cumpla cabalmente con su postulado por compromisos empresariales, buscará confundir durante un tiempo.
6 . Mientras el “nuevo” PRI avanza para consolidarse, el movimiento social independiente se ha debilitado mucho en su participación. Las reformas a la ley del trabajo aparecieron como avanzadas cuando en realidad maniataron más a los trabajadores obligándolos a someterse a las nuevas condiciones de explotación y con salarios que se han congelado registrando aumentos de burla y con seguridad social mínima; aunque la Ley cedió a los cacicazgos o charrismo sindicales, la realidad es en todos los niveles la “nueva” ley golpeó más a los trabajadores en sus demandas salariares y derechos. Pero lo más grave es que así como el movimiento obrero está entrampado, el movimiento campesino, popular y estudiantil, también parecen haber caído o por lo menos haberse debilitado. Otra vez la Coordinadora de profesores (CNTE) volverá a sacar la cara por todos esperando que las cosas mejores en su favor.
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