La involucion presidencial de Mêxico.

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lunes, 23 de abril de 2012

Mexico no se rinde.




















Eduardo Ibarra Aguirre (FORUMENLINEA)

Conforme el reloj político marca el cada vez más cercano final del presente gobierno, el titular del Ejecutivo federal subraya su preferido papel de general de cinco estrellas y anuncia solemne que “No daremos tregua ni cuartel a los criminales”. Tal y como arrancó su administración, con un discurso beligerante en el Auditorio Nacional en el que anunció la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, de la que no hizo mención durante la campaña para residir y despachar en Los Pinos.
En rigor no existe novedad en el discurso presidencial de Alvarado, durante la ceremonia por el 98 aniversario de la defensa del puerto de Veracruz ante la invasión estadounidense de 1914. Las novedades se localizan en el contexto en que se pronuncia el discurso de Felipe Calderón ante los cadetes de la Escuela Naval Militar y que él olímpicamente ignora, anclado como está en la estrategia antidrogas, punitiva y militar, inaugurada por Richard Nixon el 17 de junio de 1961, impuesta a la Organización de las Naciones Unidas y continuada, matices aparte, por los sucesores, incluido Barack Obama. Con sus muy respetables dogmas religiosos -pero que no tiene ningún derecho a convertir en políticas públicas-, Felipe del Sagrado Corazón de Jesús, apoyado en forma entusiasta por su esposa Margarita, cierra los ojos ante acontecimientos como la Cumbre de las Américas, realizada en Cartagena de Indias, y que es el primer antecedente deliberativo en el que jefes de Estado someten a impugnación la estrategia antinarcóticos de la Casa Blanca allende sus fronteras, por sus magros resultados pero eso sí abundantes costos en vidas humanas, militarización, adicciones y desplazados.
La fuerza de la experiencia alcanzó niveles imposibles de ignorar cuando el colombiano Juan Manuel Santos, el más sólido aliado de Washington en América Latina, se incorporó a la generalizada exigencia de debatir lo que denominaron “legalización de las drogas” y que en el caso mexicano sería despenalización, pues el consumo no está penado sino la producción y su venta, en una contradicción evidente. Aparte está la necesidad de hacer la distinción entre drogas lícitas e ilícitas, las primeras son abundantes y se usan para fines médicos.
Sólo la intransigencia de Hussein Obama logró impedir que el tema avanzara en el debate de los presidentes y como le sucede a Felipe Calderón, en su propia tierra, le fue imposible pronunciarse en contra del elemental derecho a debatir. La arrogancia imperial no tuvo éxito y le anunciaron a su representante que es la última Cumbre de las Américas que no cuenta con la participación del gobierno cubano, salvo que desee fracturar la asistencia. En contrapartida, el gobierno de Estados Unidos dio a conocer la nueva estrategia que aplicará dentro de su territorio y que podría resumirse en acentuar la políticas de prevención del consumo, rehabilitación de los adictos y no encarcelamiento de los consumidores no violentos. Dicho de otro modo, el gobierno de los vecinos del norte subraya la concepción de que las drogas ilícitas son ante todo un problema de salud pública.
Mientras a los vecinos al sur del Bravo les impone una estrategia de prohibición y militarismo que, entre otras cosas, trae como resultado el debilitamiento de los ejércitos nacionales, amén de un costosísimo baño de sangre y de terror. Calderón miente cuando jura a los cadetes: “México no se rinde y no se rendirá. Antes bien avanzará contundentemente hasta la victoria”, pues al presidente peruano le aseguró que “la guerra está perdida”. Y a diferencia de los cadetes que enfrentaron a los invasores, él privilegia los intereses y las necesidades de USA.












































































































































Cartones Internacionales.