Eduardo Ibarra Aguirre (FORUMENLINEA)
Joseph Biden, vicepresidente de Estados Unidos, se reúne hoy por separado con Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota, de acuerdo a un riguroso orden alfabético que le permite al representante institucional del imperio ocultar sus preferencias para el 1 de julio mexicano.
Mas no se crea que el enviado de Barack Obama visita México sólo para conversar con los tres candidatos principales que aspiran a usar la banda presidencial –a otros que pueden ser moneda de cambio como Gabriel Quadri, ni para que perder minutos– , y conocer sus puntos de vista de manera directa, sino que viene para transmitir un mensaje harto claro, que Estados Unidos “quiere trabajar como socio” –seguramente subordinado– con el próximo presidente o presidenta de México, como dijo el asesor de Hussein Obama para América Latina, Dan Restrepo.
Washington, subrayó sin cuidar las formas diplomáticas –para algo tratan a su vecino del sur como patio trasero, embajador Adolfo Aguilar Zinser dixit–, quiere asegurarse de que “el futuro gobierno mexicano mantenga la estrategia de combate frontal a los cárteles de la droga”, cuya violencia ha dejado en México 60 mil muertos en los últimos cinco años y tres meses. Biden comienza su jornada el lunes con una reunión con Calderón para repasar todos “los esfuerzos y logros de los últimos tres años”, dijo Restrepo.
“Esfuerzos y logros” que permiten que se mantenga básicamente intacto el gigantesco mercado de consumidores estadunidenses de drogas ilícitas. También las políticas, por cierto muy plausibles, de creciente flexibilización reglamentaria y legislativa. Además de que en Estados Unidos se laven las más cuantiosas fortunas procedentes del narcotráfico y el crimen organizado y cuando un solo banco, como Wachovia, blanqueó 378 mil 300 millones de dólares entre el 1 de mayo 2004 y el 31 de mayo de 2007, se le multó con 160 millones de dólares (The Guardian, 11-V-11).
“Esfuerzos y logros” del gobierno de Obama que no hace nada significativo para impedir que el decisivo complejo militar industrial haga su agosto con la venta de armas de alta poder a las poderosas bandas delincuenciales aztecas, y cuando uno de los suyos es ejecutado con arma estadunidense, como el joven tejano de Brownsville, las autoridades se rasguen hipócritamente las vestiduras y lo declaren héroe.
La estrategia llamada por la Casa Blanca de “combate frontal” –y traducida en México como “Guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado” por el general de cinco estrellas–, fracasó en América Latina por unilateral e ideologizada al subordinarla a los planes estadunidenses para que su hegemonía global perdure, pese a los evidentes retrocesos sufridos en Asia, África y Latinoamérica.
Por ejemplo, en Suramérica sólo la acepta y rezongando el colombiano Juan Manuel Santos. Recientemente, el guatemalteco Otto Pérez propuso a sus pares de los cinco continentes despenalizar la producción, el tráfico y el consumo de las drogas, y expresó la convicción de que a la vuelta de una década no existirá otra alternativa para la aldea global. Biden viajará del Distrito Federal a Tegucigalpa para someter al orden a los presidentes de una cada vez más violenta Centroamérica.
En México se sumó a los crecientes críticos la voz del presidente de la martirizada Ciudad Juárez: El problema de la inseguridad en México –dijo– no se combate con medidas policiacas y militares, sino con la creación de empleos, salud, vivienda y abatimiento de la pobreza. Enfoques que expone tiempo ha y reiteradamente López Obrador y es de esperarse defienda con firmeza ante Joseph Biden.
Cartones Internacionales.