Será porque el cambio de mando espabiló neuronas, pero el hecho es que el Fondo Monetario Internacional por fin descubrió el hilo negro de la economía mexicana: reporta bajo crecimiento con respecto a otros países de América Latina”; “se atora” por la enorme dependencia que tiene con el sector productivo estadunidense y, la joya, “con el avance actual México no abatirá su pobreza”. Tres décadas de análisis constante le llevó el hallazgo (parcial, dicho sea de paso, porque deja fuera la concentración del ingreso y la riqueza, monopolios y oligopolios, gobiernos gerenciales y conexos) de que el modelito no funciona.
En un encuentro financiero celebrado en Santander, España, el encargado del Departamento del Continente Americano del FMI, Nicolás Eyzaguirre, sentenció: “la tasa de crecimiento de la economía mexicana en los últimos años ha sido tan baja que no aporta para avanzar en la reducción de la pobreza y mejorar la igualdad en la distribución del ingreso… Con el crecimiento actual la pobreza no se resuelve… Una tasa de crecimiento económico de 3 por ciento (en realidad 2 por ciento), como la que ha tenido el país en promedio en los últimos años, es demasiado baja para dar oportunidades a su gente y mejorar la distribución del ingreso… En un momento en que los países en desarrollo se encuentran inmersos en una sostenida dinámica de alto crecimiento económico, México se queda rezagado. La razón más inmediata es la dependencia del sector productivo del país con respecto de las exportaciones a Estados Unidos, situación que se extenderá en el tiempo, pues ésta va a seguir reptando en un crecimiento muy débil en los siguientes años” (La Jornada, Roberto González Amador).
¡Qué revelación!, especialmente si se considera que el Fondo Monetario Internacional, junto con el Banco Mundial, no sólo ha sido impulsor, por decirlo suave, de ese modelo económico que ahora reconoce como inservible, sino que descaradamente utilizó a México como laboratorio experimental de las políticas neoliberales (le llama “modernización económica”) y a los mexicanos como conejillos de indias. Y 30 años después, descubre que el modelo “no aporta para avanzar en la reducción de la pobreza y mejorar la igualdad en la distribución del ingreso”, el cual, dicho sea de paso, es prácticamente inexistente (en ninguna parte del planeta 10 empresarios concentran el 15 por ciento del producto interno bruto de un país, y contando; sólo en México).
El gran logro de cinco gobiernos neoliberales al hilo, siempre atentos a la batuta del FMI (léase a los manuales y programas de “ajuste” del organismo), es el que ahora cuestiona el propio organismo: el raquítico crecimiento económico, la fábrica de pobres, la dependencia con el vecino del norte. Treinta años de “reformas” inservibles, socialmente hablando, para que al final de cuentas los genios del Fondo recomienden, para salir del hoyo, “más reformas para aumentar su tasa de crecimiento”, de acuerdo con el descubrimiento de Eyzaguirre.
Como se ha comentado en este espacio, el resultado de esos cinco gobiernos (de Miguel de la Madrid a Felipe Calderón) más se parece a un conteo boxístico por KO: 5, 4, 3, 2, 1, fuera… En 30 años, con el modelito “modernizador” se registran dos décadas perdidas en materia de bienestar social (la de los 80 y la primera del siglo XXI) y una (la de los 90) que de milagro la libró. Suman ya 30 años de lo mismo, con idénticos resultados, todos ellos aderezados con más pobreza, mayor desigualdad, sólida concentración del ingreso y la riqueza, menores oportunidades y un futuro cada vez más oscuro, pero el Fondo Monetario Internacional apenas si se dio cuenta.
El referido funcionario del FMI considera que para el caso mexicano 3 por ciento de crecimiento promedio anual no “aporta”. Desde luego que no, pero el problema es que tal promedio no ha sido de 3, sino de 2 por ciento (1.97 por ciento para ser exacto). El ritmo de “crecimiento” económico marca KO boxístico es el siguiente: tras la tasa anual promedio de 6 por ciento de los llamados “regímenes de la Revolución”, se pasó a un desplome de 0.34 por ciento con Miguel de la Madrid; de allí, a 3.9 con Salinas; 3.5 con Zedillo; 2.3 con Fox y 1.8 por ciento con Calderón (en el mejor de los casos). Y para comenzar a salir del hoyo, sólo para eso, se requiere no menos de 6 por ciento anual, y el país acumula tres décadas de “sólido” y “robusto” 2 por ciento.
Un poco lento el reaccionar del FMI para el caso mexicano. Los espeluznantes resultados económicos obtenidos en esos cinco gobiernos deberían ser más que convincentes para que la clase gobernante del país reconozca que los rígidos programas de ajuste impuestos por el Fondo Monetario Internacional han reventado a los mexicanos, y que el creciente costo social que conlleva su aceptación y ejecución no puede ya ser cubierto.
A capa y espada los cinco gobiernos (tres priístas y dos panistas) han defendido las “virtudes” del modelito económico. Y todos han prometido lo mismo, bajo la batuta del FMI: corregir las causas del desequilibrio económico, restablecer un proceso sano y sostenido de crecimiento económico y del empleo, recuperar los niveles de bienestar de los mexicanos, combatir la pobreza y la marginación, fortalecer el poder adquisitivo del salario, repartir equitativamente el ingreso y la riqueza, entre otras. Treinta años después, todo ello, agravado, se mantiene en lista de espera, con 2 por ciento de crecimiento anual, sin visos de mejorar.
Pero sólo hasta ahora el FMI registra el tiradero mexicano (y para levantarlo recomienda más de lo mismo), mientras a los griegos les impone un draconiano programa de “ajuste” (“porque lo importante y urgente es pagar la deuda”, de acuerdo con la flamante y socialmente sensible directora-gerente del organismo financiero, Cristina Lagarde) igual de drástico del que “recomendó” a los cinco inquilinos de Los Pinos neoliberales, con los resultados conocidos y padecidos por los sobrevivientes de lo que queda de esta heroica República.
Recordemos que............
Calma, que en este país nunca pasa nada. Cerca ya el primer aniversario de la muerte inducida de Mexicana de Aviación, todo está como al principio: a los trabajadores se les mutiló el contrato colectivo y muchos perdieron la chamba sin liquidación de por medio; el erario no ha recuperado un centavo de los cerca de mil millones de pesos que generosamente “prestó” al otrora dueño de la empresa; el gobierno no da una, mientras Javier Lozano repite como perico que “en breve” la aerolínea de nuevo estará en el aire; los responsables, públicos y privados, se lavan las manos, y el impune Gastón Azcárraga sigue tan campante.
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